Como norma, en el Conquense siempre ha prevalecido el vestuario
Como norma, en el Conquense siempre ha prevalecido el vestuario

Como norma, en el Conquense siempre ha prevalecido el vestuario

Nuestro protagonista nació en Madrid con un padre de Ávila y una madre conquense, concretamente de Torrubia del Campo, donde está enterrada. Juan Nogal García es fisioterapeuta y lleva unido al Conquense doce años, los últimos once sentado en el banquillo, ejerciendo como sifioterapeuta, su profesión y por la que trabaja diariamente en Madrid y en Cuenca, donde tiene ambas clínicas. Precisamente, hace doce temporadas, la del ascenso a Segunda B en Linares, Juan Nogal tuvo su primer contacto con el Conquense ya que los jugadores pasaban consulta en su clínica de Madrid. Al año siguiente, ya en Segunda B, Juan Nogal fue el fisio del equipo..., hasta hoy. Once temporadas en el mismo banquillo dan para contar mucho.
— Así empezó todo ¿no?
— Pues sí, Sendino contactó conmigo para que hiciera una iguala para tratar a los jugadores en mi clínica de Madrid y a la siguiente temporada acompañé al equipo en todos los partidos, hasta hoy. Sólo, una temporada, no empecé con el equipo porque el presidente Ángel Pérez pensó que no podría hacerlo ya que fue cuando, con Sepúlveda, el Conquense dejó de entrenar en Madrid y se vino a Cuenca. Pero al mes y medio ya estaba de nuevo con el equipo. Fue un pequeño “lapsus”.
— Once temporadas seguidas en un equipo dan para muchos recuerdos. ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza?.
— Lo primero que me viene a la cabeza es la marcha de Ángel Pérez porque supone cortar una trayectoria de doce años por falta de apoyo de las instituciones y todo Cuenca en sí. Es lo primero en lo que pienso, en la situación que todo el mundo quisiera tener, estar en Segunda División B y que se pierda por lo que sea. Todo lo que ha pasado, está bien, lo puedes recordar pero es algo como los partidos, ¿no?, el siguiente partido es le más importante, pues en este caso el siguiente partido es la marcha de Ángel Pérez y eso es lo más importante.
— Teniendo en cuenta que eres un fisioterapeuta y que vives los partidos desde un banquillo, ¿qué puede más, tu profesión o los colores del equipo con el que trabajas?
— La profesión la llevas ahí y la ejerces en el vestuario antes de salir al terreno de juego. Una vez que empieza el partido, casi te olvidas de ella, pensando en el ambiente que vives y en que tu equipo debe ganar. Te pones a animar a los jugadores y es entonces cuando digamos que la profesión la dejas un poquito al lado, aunque no dejas de mirar el partido pensando si hay alguna lesión, pero sólo piensas en que tienes que ganar y sólo te falta que ponerte las botas y saltar al campo para ayudar al equipo. Es lo primero que se te viene a la cabeza.
— ¿Nunca te expulsaron de un banquillo?
— Sí, una vez que viajaba con el Rayo Vallecano sub-19, curiosamente en el Ciudad Deportiva del Real Madrid. Aquel día expulsaron a cinco jugadores del Rayo, al entrenador y a mí por saltar al campo pensando en que había una lesión grave y el árbitro me sacó roja directa. Ha sido la única tarjeta que me han sacado.
— Vemos que los árbitros os vigilan mucho a los fisios cuando intentáis entrar en el terreno de juego.
— Sabemos que hay que esperarse a que el árbitro te indique que puedes pasar porque, si no, te sacará tarjeta, sea la lesión leve o grave. Hombre, cuando ves que la lesión puede ser muy grave antepones el asistir al jugador a que el árbitro de pueda amonestar. Pero esto ocurre, no sólo en un jugador de tu equipo, también piensas en el equipo contrario. La relación con los árbitros es difícil porque algunas veces ellos se ponen muy nerviosos y te impiden atender al jugador porque, según ellos, el Reglamento no lo contempla. El árbitro hace su trabajo y tú intentas hacer el tuyo y surge una pequeña confrontación, pero nada del otro mundo.
— Desde la grada,según va el resultado, da la sensación de que a veces hay ficción en la lesión de algunos jugadores. Como fisio, ¿has vivido esta situación? (sonríe)
— Sí, sí. Es algo que todos los equipos lo utilizan. Cuando quieres perder tiempo de cualquier forma, se echa el balón fuera del campo o se finge una lesión. Todo por el ansia de querer ganar. Es una mentira piadosa.
— ¿Y cómo reaccionas cuando ves una situación en la que el jugador al que intentas curar no tiene nada?
— Ayuda mucho el conocer a los jugadores, seguir el partido y ver cómo se ha producido la entrada.Todo ello te produce una visión objetiva de lo que puede tener. Muchas veces te encuentras a un jugador que no hace más que quejarse, pero no te dice dónde le han dado o dónde le duele. Conocer a un jugador es muy importante porque sabes que cuando se queja es por algo o, al revés, hay otros que sabes que son más “flojitos” por decirlo de alguna manera.
— Para lesiones simuladas la que tuviste que atender en la despedida liguera del Conquense en esta temporada ante el Lucena. Y no fue a un jugador ¿verdad?
— Fue al árbitro asistente en la banda de la tribuna. Ha sido uno de mis mayores “alucines” de mi vida profesión. De repente se cayó fulminado como si le hubieran pegado un tiro, por decir algo, y cuando le asistí vi que no tenía nada en el tobillo. No sé los motivos, ni me interesan, pero fue una clara lesión fingida. De hecho, le vendé el tobillo, siguió el partido con normalidad y al término del mismo no requirió que le volviéramos a atender.
— Con todo lo que has vivido en un banquillo, ya podías sacarte el título de entrenador.
— No, de entrenador no tengo ni idea. Yo sólo sé de experiencias y de que en el banquillo lo pasas mal por intentar ayudar al equipo, pero nada más.
— La situación más triste de la que te acuerdes como fisio, ¿cuál es?
— Sin duda me acuerdo de la muerte del delegado del Nàstic de Tarragona en los vestuarios de La Fuensanta. Intentamos reanimarlo, de hecho en el vestuario se le pudo reanimar, pero falleció en el hospital.
— Personalmente, sabemos que viviste un día especialmente doloroso con el Conquense.
— El viaje a Binéfar cuando nos jugábamos la permanencia en Segunda B. Había muerto mi madre, la enterré a las once de la mañana y el autobús me estuvo esperando hasta que llegué para partir hacia Binéfar. Entenderás que no me apetecía mucho el viajar, pero consideré que nos jugábamos mucho y mi obligación era intentar ayudar al equipo. Al final, salvamos la eliminatoria y logramos la permanencia.
— Nos imaginamos que, en once años, las técnicas de recuperación han avanzado una barbaridad. Lo del “agua milagrosa” empieza a ser parte de la historia.
— Lo mismo que evoluciona la medicina, también lo hace este tipo de tratamientos. Lo que hace unos años se trataba de una forma, ahora es todo lo contrario. Hay más medios para la investigación y por ello se han modificado mucho las pautas de la rehabilitación.
— Siempre nos ha llamado la atención esa lucha contra el tiempo de los rehabilitadores a la hora de las lesiones. Nada que ver con el tratamiento que recibimos las personas normales con la Seguridad Social.
— Evidentemente, la medicina deportiva no tiene nada que ver con la medicina tradicional. No quiere decir que sea, ni mejor, ni peor, simplemente hay más exigencias. A la hora de la medicina deportiva hablamos de jugadores que, cada uno a su nivel, valen un dinero y no puede estar parado un jugador mes y medio por un esguince. Puede estarlo porque no se recupere bien porque no se dé con las causas de su lesión. Hay que acelerar el proceso al máximo. También jugamos con un dato a favor, los futbolistas son deportistas jóvenes y con una musculatura adecuada a los esfuerzos y golpes.
—¿Hay choques con los médicos por eso de que ellos digan una cosa y los fisioterapeutas, que son los que tratan la lesión, ven que habría que hacer otra?
— Esto es como una obra, el médico es el arquitecto y el fisio es el albañil, el que ejecuta la obra. Puede que alguna vez te salgas del guión, pero siempre consultando con el médico que es el que está para diagnosticar, mientras que nosotros sólo estamos para seguir las pautas que ellos mandan. Entre los dos intentamos la pronta recuperación del lesionado.
— ¿Siguen siendo las manos el principal instrumento de los fisios?
— Sí y buena prueba de ello es que, cuando salimos al campo, lo hacemos sin aparato alguno para diagnosticar. Si hay algo, lo diagnosticas con tus manos y tu experiencia.
— Pongámonos en tu caso. Una hora antes de un partido, en el vestuario, están la camilla y tú. Nos parece imposible que tengas tiempo para dar masaje a todos los jugadores.
— Se saca el tiempo como buenamente se puede para intentar que todos salgan lo mejor posible. Antes de un partido, siempre hay prioridades y no es lo mismo un simple calentamiento muscular que tener que realizar un vendaje especial por salir de una lesión.
— También nos imaginamos que hay más petición de masajes cuando se pierde que cuando se gana.
— Cuando la gente gana, está más contenta y se acuerda menos de los golpes. Cuando pierdes estás más fastidiado, te duele todo y estás “muerto”. Sin embargo, cuando has ganado, sólo piensas en salir del vestuario lo antes posible y hablar con tu gente de lo bien que has jugado o simplemente de la victoria. Los golpes pasan a un segundo plano, el que está lesionado sigue lesionado, ganes o pierdas, pero el cansancio se nota mucho menos.
— Vistas así las cosas, no debe ser fácil dar masajes cuanto tu equipo ha perdido. Te deben quedar pocas ganas, ¿no?
— Pero es que la derrota ya ha ocurrido y hay que pensar en el partido del domingo siguiente y al jugador hay que recuperarlo tanto en lo físico como en lo anímico. Entre todos, entrenador, ayudantes y fisio, tenemos la tarea de hacer olvidar al derrota y pensar en que el próximo domingo se puede ganar.
— ¿Recuerdas el día más feliz en el Conquense?
— Pues, no lo sé, Para mí, el día más feliz han sido todo los domingos cuando hemos ganado. Esperaba que fuera un día muy feliz cuando jugamos en el “Santiago Bernabéu”. Esperaba llegar al vestuario para tirarme en plancha en el “jacuzzi” y dejarlo vacío de agua, pero no pudo ser, no llegó ese momento. El ascenso también me produjo una alegría infinita, pero para mí lo importante era ganar cada domingo y, cuando terminaba el partido, pensar en ganar al domingo siguiente. Si no hay una alegría, domingo a domingo, no hay una alegría final.
— Vaya experiencia la del “Bernabéu”.
— Antes de empezar el partido se me pusieron los pelos de punta con ver a tantos espectadores y, sobre todo, a tanta gente de Cuenca. Luego, cuando empezó el partido, sólo me centré en lo que pasaba en el terreno de juego por si tenía que actuar. El resto, se te olvida todo.
—¿Qué sensación tienes de la afición de Cuenca?
— Pues, desgraciadamente, un poco lo que hemos dicho todos y estamos cansados de decir, que son unos pocos los que van al campo y, esos pocos, siempre son los mismos. Lo que más me ha llamado la atención es la frialdad con la se empiezan los partidos. No sabes si va a salir bien o mal y ves a la gente pasiva. Y claro, ves otros campos con la misma gente, o más, animando desde el primer minuto y te llama la atención. Con esto, no digo que la afición de Cuenca sea mejor o peor, simplemente que me llama la atención de su frialdad y que siempre van al campo los mismos. Están como aletargados, esperando a que el equipo funcione.
— Terminamos ya. ¿Es cierto que una de las claves del Conquense en estos últimos años ha sido el grupo, el vestuario?
— Salvo el año del descenso, digamos que siempre ha prevalecido el vestuario. El que la gente esté unida, se sienta compañero y luche, juegue quien juegue, por hacer mejor al equipo, te da muchos puntos a lo largo de una temporada. Eso se ha visto en que han salido de cena los jugadores y no han sido un grupo de cinco, sino de quince. Todo eso crea un buen ambiente, aunque haya los clásicos piques por no jugar.
— Si te lo pidieran, ¿estás dispuesto a seguir en el Conquense?
— Formo parte del Conquense y me he sentido muchos años conquense. Sí que estaría dispuesto a seguir. Lo que sí me gustaría es que la próxima directiva estuviera acorde con la situación del club y que, por encima de todo, no permitiera los problemas de impago que tienen muchos equipos porque, al final, todo eso genera un mal ambiente en el vestuario y que la gente esté más pendiente del tema económico que del tema deportivo. Deseo una directiva que venga con las mismas ganas que Ángel Pérez, no digo que ponga el mismo dinero, pero que por lo menos quiera al Conquense y que simplemente respete los acuerdos a los que llega.

El Día de Cuenca
Fuente:El Día de Cuenca


Web: EL DIA de Cuenca

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