Nunca pensé que aquel estallido pudiera ser una bomba, hasta el momento en que escuché un segundo estruendo realmente atronador.
Cayetano Abad, de Canalejas del Arroyo, todavía no ha olvidado la fatídica fecha del 11 de marzo de 2004. Tomó el tren junto a su hija, como hacía todas las mañanas, para dirigirse al colegio. Tras las explosiones perdió la conciencia y lo primero que vio cuando despertó fue el rostro de la pequeña mirándole fijamente a la cara e intentando alentarle. 'Cuando supe que ella estaba bien el cuerpo me empezó a reaccionar'.
Cayetano permaneció ingresado en un centro hospitalario recuperándose de las heridas durante una semana. Hoy, cinco años después de lo ocurrido, todavía mantiene algunas secuelas del atentado. 'Tengo problemas en las cervicales, visión doble y deficiencias en los oídos, además de las consecuencias psicológicas', explica. Antes de aquella fecha se 'comía el mundo' y luego se dio cuenta de que 'el mundo te puede comer a ti en décimas de segundo'.
El 11-M cambió definitivamente la vida de Cayetano y la de todos los que sobrevivieron al terrible suceso. Abad denuncia el olvido de las víctimas: “Al final te da la sensación de que eres un estorbo y de que cuanto menos molestes mejor”. Un hecho del que culpabiliza “a nadie y a todo el mundo” y critica que “las autoridades de Castilla-La Mancha todavía no se hayan dignado a prestarnos su ayuda”.
Para Julio Fernández Aparicio, otro conquense residente en Madrid, tampoco resulta fácil recordar aquel día. “Estos días trato de no leer la prensa y procuro aislarme totalmente de los medios de comunicación, ya que es ahora cuando más me suele afectar”, explica. Él acababa de subir al tren en la estación del Pozo del Tío Raimundo cuando se produjeron las explosiones. Eran los ocho menos veinte de la mañana, “una hora que no se olvida nunca”. No iba solo. Le acompañaba un compañero de trabajo. Tampoco él pensó que pudiera tratarse de dos bombas, pero más tarde consideró a ETA como la autora de la masacre. Las secuelas psicológicas “son las más difíciles de eliminar”. Han transcurrido cinco años desde aquel 11 de marzo, pero Julio afirma que “aunque luchas constantemente por olvidar, nunca lo consigues del todo”. Una de los pasos más importantes y difíciles que dio Julio tras los atentados fue el coger ese tren. “No tenía más remedio que cogerlo, porque no tenía otra opción”, apunta.
Mario Luis Carrasco es Policía Nacional natural de Villarejo Periesteban y fue una de las primeras personas en llegar a la estación de Atocha tras recibir el aviso por radio. “Nos ordenaron que fuéramos al aparcamiento de la estación porque se había producido una explosión”. Cuando llegó se encontró con una situación difícil de describir. “Estaban los vagones reventados, muchas personas tiradas por el suelo y las vías y la gente huía en estado de pánico”, detalla. Impotencia es la sensación más clara que recuerda Mario de aquel preciso instante. “Intentamos sacar a las personas que estaban enteras dentro de los vagones y que se encontraban desorientadas”. Un hospital de campaña improvisado sirvió de centro de urgencias para todos los heridos. Sin embargo, el caos se adueñó del lugar en varios momentos: “La gente comenzó a decir que había más mochilas cargadas de explosivos”. Mario señala que “lo único que podías hacer en aquellos momentos era consolar a quien lo necesitara”. Para él, la imagen que nunca olvidará fue cuando “comenzaron a sonar todos los teléfonos móviles en los bolsillos de las personas que ya estaban muertas”.
PUEBLA Y TORRUBIA DEL CAMPO
Otras personas no corrieron la misma suerte que Cayetano y Julio. Dos de las 192 personas que perdieron la vida en el atentado terrorista del 11 de marzo fueron el joven Álvaro de Miguel, de Torrubia del Campo, y Marisol Contreras Sánchez, de Puebla de Almenara. Ambos perdieron la vida en aquellos trenes. El alcalde de Puebla de Almenara, Luis Miguel Bustos, explicó que “el impacto de la noticia fue tremendo en el municipio”. “Los días de espera hasta que se confirmó que Marisol había fallecido fueron eternos”, explica. Unos días después se celebró en funeral y el cuerpo de Marisol recibió sepultura en la localidad manchega. Todos los días 11 de marzo se celebra una misa en su recuerdo y en el de todas las víctimas del atentado en Puebla de Almenara.
Para el actual alcalde de Torrubia del Campo, Julián Guejigo, aquel fue un día “terrible”. Álvaro de Miguel vivía en Madrid pero pasaba largas temporadas en Torrubia. “Le gustaba mucho participar en las actividades que se organizaban en el pueblo”. Poco tiempo después de conocerse su muerte, el municipio decidió rendirle homenaje poniendo su nombre a una de las calles del pueblo. El día que se conoció la triste noticia sobre su fallecimiento, el pueblo se volcó y salió a la calle para recordar su memoria.
En otras localidades de la provincia de Cuenca, como La Peraleja o Villanueva de Guadamejud se celebraron funerales en recuerdo de las víctimas. Han transcurrido cinco años desde que ocurriera el terrible atentado. Sin embargo, el recuerdo permanece muy presente todavía en el recuerdo de todos quienes viven para contarlo y quienes recuerdan con tristeza a algún ser querido que ya no está.